Simular es la pretensión de un objeto por ser otro. La fotografía es simulación pues representa fielmente un objeto real pero no es el objeto en sí mismo y lo sabemos porque no podemos entrar en una fotografía, esta no cuenta con todas las características del objeto en mención pero ¿y si lográramos simular todas sus características físicas?
La teoría de la simulación de James Gates cuestiona si la vida es real o no y lo hace basándose en la presencia de simetrías matemáticas en las leyes fundamentales de la física. Dichas simetrías son patrones, se repiten en todo el universo, desde partículas subatómicas hasta constelaciones y galaxias. Según Gates son el resultado de un código informático, una programación previa. Y la pregunta aquí más allá de si es cierto o falso, es que las consecuencias de esa vida real o simulada nos afectan. Si hoy me atropella un bus simulado o real es irrelevante pues las consecuencias de esa realidad o su simulación afectarán mi experiencia, a todo juicio, mi experiencia.
Seamos humanos simulando la experiencia de otros seres reales o no para nosotros esta experiencia es real. Sabernos simulaciones no deja atrás la simulación del dolor o la del goce. Lacan dice que la muerte es la razón única por la que los humanos soportan su historia. Saber que está experiencia real o simulada termina nos hace soportar el sufrimiento. Esa muerte, en cualquier sentido, implica un fin de la experiencia individual. Las razones que llevan a crear una experiencia real o simulada escapan a nuestro entendimiento pero afectan dicha experiencia.
Y tal vez, el otro problema que surge de dicha afirmación es la creencia ciega (a lo Matrix) en una existencia real. Si observamos el presente encontraremos que las inteligencias artificiales nos llevan en dirección diametralmente distinta, a una desconfianza absoluta. Ya no importa si es simulación o realidad pues no me es posible confiar en nada. La destrucción del tejido social por la total desconfianza en el otro. Imágenes, textos, videos, realidad virtual y aumentada tan fidedignamente desarrollada que ya no podemos confiar en nuestra propia sombra. No es más la distopia del sometimiento colectivo, es el sometimiento del individuo ante la duda.
Entonces, sea el universo real o simulado la experiencia cotidiana es la única concretamente importante. Lo importante será entonces vivir auténticamente, entendiendo lo auténtico como esa suma de experiencias todas (reales o imaginarias) que constituyen lo que somos.