Alphafold, computación cuántica y de si los humanos entregaremos el fuego prometeico

Cuando hablamos de lo que nos hace humanos casi siempre sale a relucir, en primer lugar, nuestra capacidad para resolver problemas. Cómo nuestros antepasados lograron dominar su agreste contexto salvaje para encontrar soluciones, desarrollar métodos y herramientas para prácticamente cualquier situación.

Encontramos en nuestra capacidad cerebral la clave para sobreponernos a depredadores y escalar exponencialmente hasta convertirnos en la especie dominante, sin discusión, en el planeta. Llegando incluso al borde de delegar el desarrollo de nuestro propio conocimiento. A la orilla de construir artificialmente en décadas lo que le tomó millones de años a la naturaleza.

Las inteligencias artificiales han dominado el panorama tecnológico desde la post pandemia. Su auge ha significado avances importantes en tareas repetitivas dando lugar a una crisis laboral sin precedentes, sin embargo, lo que hemos visto hasta ahora no es inteligencia como tal, más bien, es un conjunto de rutinas de acierto y error; comprobaciones realizadas con una base de datos inmensa y con un auditor que no sabe que lo es; nosotros.

La diferencia sustancial entre una aspiradora robot y ChatGPT es la posibilidad de actualización en tiempo real. Ya no esperamos a que un equipo de ingenieros desarrolle un parche o soluciones para un software específico sino que este mismo, con ayuda de sus usuarios va corrigiendo, actualizando su base de conocimiento y haciendo más eficaz sus procesos. Básicamente estamos enseñando a una máquina a hacer más eficazmente lo que siempre hemos hecho mejor, resolver problemas.

Dentro de estos problemas y el que ha sido considerado como un hito del desarrollo humano recientemente es la posibilidad de descifrar la estructura de las proteínas. Un proceso que comenzó en los setentas y que constituiría la solución a múltiples problemas como el desarrollo de fármacos especializados, la degradación de plásticos y la identificación de resistencias a antibioticos, encuentra hoy solución con Alphafold, una IA que puede establecer tridimensionalmente la estructura de una proteína en unas cuantas horas. Un proceso costoso que podía tomar años. Alphafold ha podido descifrar correctamente más de 200 millones de proteínas, prácticamente todas las que se conocen.

Dos proteínas descifradas por Alphafold 2
Dos proteínas descifradas por Alphafold 2

El avance aquí es enorme y la posibilidades de uso inmensas. IAs como Alphafold se verán aún más potenciadas con el desarrollo de la computación cuántica. La innovación allí reside y en una explicación simplista, en la posibilidad de engañar al espacio miniaturizado usado para el procesamiento lógico. Así las limitaciones técnicas que podían evitar que un procesador pudiera mejorar sus capacidades siendo aún más pequeño se ven superadas por el reemplazo del sistema binario (1 o 0) por uno cuántico donde se pueden reutilizar capas de procesamiento simultáneamente (1 o 0 o 1|0 a la vez).

Hablamos del uso de Qubits, concepto antes delegado sólo a la ciencia ficción. Y con ello a la multiplicación infinita de la capacidad de procesamiento actual. En suma los humanos hemos creado un cerebro artificial físico con la capacidad de solucionar problemas a una velocidad nunca antes vista y de entender sus propias limitaciones y resolverlas.

Microsoft abre un nuevo camino para la computación cuántica con el chip Majorana 1
Microsoft abre un nuevo camino para la computación cuántica con el chip Majorana 1

Estamos ad portas de una revolución sin precedentes similar o mayor a la que trajo internet y con consecuencias tangibles y casi inmediatas. Jugando a ser Nostradamus creo será el fin de la burbuja de las criptomonedas, el bitcoin que requiere para su minado de la resolución de complejas operaciones matemáticas va a ver caer su precio sustancialmente por el desarrollo de la computación cuántica. El tiempo nos dirá qué de cierto había en todo esto, si los humanos finalmente habrán entregado como dioses el fuego prometeico a una forma de consciencia digna.

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