El Pabellón de la Risa

Pues venga le cuento, en este pabellón somos siete, pero aquí cabemos más. La vaina es que con la gente así de loquita es difícil tratar. Yo llevó cuatro años, a mi ya me dejan caminar tranquilo por los pasillos porque ya estoy mejor, eso me dijo la doctora la vez pasada, que si seguía viendo que mejoraba me soltaban y podía irme a visitar a quien yo quisiera, pero que todavía no porque a veces me arrancan los ataques y parezco bailando la macarena.

Ese de la esquina es Ramirito, él lo que tiene es que se cree Superman, pues por decirlo de alguna manera, le gusta botarse de las camas y los armarios, él dice que vuela y una vez yo lo vi volar, pero duró solo como tres segundos y después se pegó un totazo que se abrió la cabeza y le cogieron puntos y se le salió la mitad del cerebro y la sangre y quedó pálido, pálido. Pero venga dígame. ¿Usted cómo se llama? ¿Doctor Martínez? ¡Que! ¿Usted es doctor? ¡Que! ¿Y que lo trasladaron para este pabellón a cuidarnos? Pues bueno entonces venga le comento como es la situación con los demás internos.

Aquí la gente está loca, pero no tanto como la del otro lado, esos si son locos bien loquitos, allá se tiran las cosas y arman bulla por la noche, usted se va a dar cuenta luego.

Allá en el sofá al lado del televisor está Margarita. Ella es toda bonita, bien bonita, bonita, bonita, bonita, bonita, pero el problema es que le gusta tirarle mierda a la gente y se saca la cuca a ratos y se la muestra a todo el mundo. A mí se me para pero yo no le digo nada porque imagínese ¿Cómo nos saldría un hijo? Yo no quiero tener hijos que me tiren la mierda, aunque eso lo hacen todos pero la gente se ríe porque es un bebé, y hasta en los comerciales les besan el culito, eso deberían hacerlo también con los comerciales para pañales de viejitos. ¿Se imagina doctor? ¿Ese culo todo arrugado y la modelo haciendo mala jeta para besarle el culo? Yo me cagaría de la risa y Margarita se cagaría de verdad y se la tiraría a todos.

Aquí no tenemos loquitos de esos que se creen Napoleón o Simón Bolívar, tenemos a Jaime que se cree Jaime pero no se come el cuento. Él dice que él no es él, que a él se lo llevaron los extraterrestres y le cambiaron el alma y luego se la metieron a las malas con un tubo y luego lo botaron en las guacamayas, una vaina que queda saliendo pa’ Villavicencio y que luego le dieron plata y se puso a tomar pola en una tienda y luego se pegó en la cabeza y se acordó de lo de la nave y que él no es él. Que él era otro que se llamaba Diomedes Díaz. Yo no le creo. Esa historia me suena a ultraje, yo creo que los extraterrestres lo manosearon y le dieron pa’l taxi.

El de al lado de la puerta es Nilson, ese dicen que estuvo en el ejército, yo no hablo con él porque es todo lacra y me pega coscorrones y me dice que cuidado con Parmenio y que cuidado con Parmenio y yo no veo a Parmenio entonces se emputa. Y levanta a las enfermeras a pata y mueve los muebles y yo creo que lo van a pasar pa’l otro pabellón porque aquí no se lo aguanta nadie y él ya se graduó de loco mayor y allá están los que no tienen cura, aquí todos tenemos cura pero no la escondieron y se supone que la tenemos que buscar, ese es el juego. Yo lo descubrí porque la doctora me dijo, “usted tiene la cura en sus manos, es solo que se porte juicioso y verá que la encontramos juntos”.

Camine doctor y vemos el partido de fútbol, están transmitiendo el cinco – cero de Colombia contra Argentina, ese partido me lo sé de memoria, el primer gol lo metió el Tino, y el otro lo metió el Pibe y el otro lo metió el Tren Valencia y el otro lo metió el Ché y el otro lo metió el Tino y el otro lo metió el Tino y el otro lo metió el Tino y el otro lo metí yo, yo metí el último gol en el último minuto y la gente gritaba “ ¡goool, goool de Eduardo!” y tiré al arco y pegó en el poste y luego quedó volando el balón y lo metí de chilena y la gente gritaba “goool, goool de Eduardo” y yo veía el estadio y la gente y los flashecitos de las cámaras brillar y decía “hijueputa esto es muy grande” y luego pitó el árbitro y se acabó y ya luego no me convocaron para el dos mil catorce porque me metieron aquí.

Camine doctor y me cuenta su historia. Nos sentamos en el sofá los siete y vemos como meto el gol y me cuenta su historia. ¿Qué siete? Le digo que aquí somos siete; Ramirito, Margarita, Jaime, Nilson, Parmenio, su merced y yo. ¿Qué usted es médico de aquí? ¡Qué! ¡Ahora resulta que los médicos andan en camisa de fuerza!