No Mires Atrás

“Don’t look back, a new day is breaking. I don’t mind where I get taken”.


BOSTON

 

El 4 de septiembre de este año se cumplieron 10 años de la muerte del célebre cantautor argentino Gustavo Cerati. No pude evitar notar cómo para esta fecha se disparan los contenidos alusivos a él, y me llamó singularmente la atención una imagen que circula en redes sociales con un fragmento de Adiós que reza precisamente “poder decir adiós, es crecer”. A decir verdad, siempre me ha costado un poco de trabajo comprender las letras de Cerati –no sé si por su tinte surrealista, o por mi falta de atención–. No obstante, el contenido de esta frase funciona en tantos niveles que hasta yo, medio atolondrado, me he sentido identificado con ella en algún momento.

No es de Cerati, sino del adiós de lo que quiero disertar en esta reflexión. Y es que la vida no escatima esfuerzos a la hora de hacernos expertos en despedirnos de los objetos de nuestro afecto. Soltar lo que se ama realmente no es algo que siempre podamos controlar: queramos o no, estemos preparados o no, en muchos momentos de nuestra vida tendremos que dejar ir algo para siempre. No obstante, lo que sí representa una dificultad es que no se nos vaya esa vida pensando en aquello que amábamos, e independientemente de nuestra voluntad, tuvimos que dejar ir.

De este muy personal pensamiento surge el “no mires atrás” que encabeza este escrito. Refiere precisamente a voltear hacia el pasado a ver lo que fue y ya no es. Como era de esperarse, he traído algunos “testimonios” que, desde lo literario, nos permiten entrever que el “no mirar atrás” es algo que ha inquietado a la humanidad tal vez desde el albor de su misma existencia.

CHIHIRO Y HAKU

La magistral obra de Hayao Miyazaki (2001) narra la historia de Chihiro, una niña que en una excursión con sus padres, por accidente llega a un mundo paralelo en donde dioses y seres mortales –no necesariamente humanos– conviven. Una vez allí es obligada a trabajar en unos baños termales para rescatar a sus padres quienes han sido convertidos en cerdos. La historia de Chihiro es hermosa e inspiradora, y consolidó la carrera de Miyazaki a nivel mundial. En cierta escena –trato de no hacer spoiler–, Chihiro llega al límite entre su mundo y el mundo en el que está atrapada, en compañía de Haku, un aprendiz de brujo con quien crea un estrecho lazo. Él le pide que cruce hacia su dimensión ya que allí encontrará a sus padres, haciendo especial énfasis en que no debe mirar atrás durante el trayecto. Aunque a los pocos pasos se siente tentada a voltear la mirada, desiste de ello y logra atravesar la frontera. Atrás quedó Haku, dueño del amor de Chihiro, quien no pudo cruzar ya que no pertenecía a este mundo.

El viaje de Chihiro (2001) Hayao Miyazaki
El viaje de Chihiro (2001) Hayao Miyazaki

“Regresa por el mismo camino que por el que viniste, pero sobre todo no mires atrás hasta que no hayas salido del túnel”.

LOT Y EDITH

A pesar de que en el libro del Génesis no mencionan su nombre, en leyendas midrásicas –explicaciones y comentarios de los textos bíblicos que no aparecen en la Biblia– la llaman Yrit (castellanizado Edith). Ella es la esposa de Lot, tienen dos hijas y son habitantes de Sodoma, la ciudad que junto con Gomorra, Adma y Zeboím, fue destruida por la ira de Dios. Antes de hacerlo, Yavé decide enviar dos ángeles a casa de Lot para sacarle de la ciudad. Éstos protegen a Lot de los hombres del pueblo que aquella noche rodearon la casa con intención de sodomizarlos, tanto a Lot como a sus visitantes –sodomizar, no en el sentido del gentilicio–. En la mañana los ángeles sacaron a la familia de la casa y los dirigieron a la montaña, advirtiéndoles que por sus vidas no debían mirar hacia atrás o detenerse. Sin embargo, la pobre Edith no tuvo la fuerza suficiente y volteó la mirada, convirtiéndose en una estatua de sal al instante. Lot, por su parte, tuvo la voluntad de no voltear y salvó a su familia refugiándose en un pueblo llamado Segor (pueblo chico).

“Amanecía ya, cuando Lot entró en Segor. Entonces Yavé hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego. Y así destruyó estas ciudades con toda la llanura, con sus habitantes y su vegetación. Pero la mujer de Lot se volvió a mirar hacia atrás y quedó convertida en estatua de sal.”

Sodoma y Gomorra Película (1962) Stewart Granger, Pier Angeli, Stanley Baker.
Sodoma y Gomorra Película (1962) Stewart Granger, Pier Angeli, Stanley Baker.

 

 ORFEO Y EURÍDICE

Orfeo era hijo de Apolo, dios olímpico y jefe de las musas, y de Calíope, musa de la poesía y la elocuencia. Heredó de sus padres el don de la música y lo expresaba a través de la lira. Se enamoró perdidamente de Eurídice, ninfa de los valles de Tracia, y se casó con ella. Un día en que ella huía de otro hijo de Apolo que pretendía poseerla, pisó una serpiente venenosa que le mordió, causándole la muerte. Orfeo se sumió en la pena llorando a la orilla de un rio, y era tal su desolación, que las ninfas y los dioses le convencieron para que bajara al inframundo a rescatar a Eurídice. Con ayuda de su destreza para interpretar la lira, ganó el favor de Hades y Perséfone, dioses del inframundo, y éstos le permitieron regresar con Eurídice bajo una condición: debía caminar siempre delante de ella y no mirar atrás hasta haber cruzado el rio Estigia y llegado a la superficie, ya que bañados por la luz del sol estarían a salvo. Orfeo, impaciente, cruzó el rio sin voltear y sorteando diferentes peligros. Al llegar a la superficie, su desesperación fue tal que giró la cabeza para ver a su amada, con tan mala suerte que ésta aún tenía un pie en la sombra y se desvaneció ante él, esta vez para siempre.

Orfeo y Euridice. Saint Seiya (2012).
Orfeo y Euridice. Saint Seiya (2012).

 

“Por fin, Orfeo divisó la laguna. Allí estaba Caronte con su barca y, al otro lado, la vida y la felicidad en compañía de Eurídice. ¿O acaso Eurídice no estaba allí y sólo se trataba de un sueño? Al cruzar el rio, Orfeo dudó por un momento y, lleno de impaciencia, giró la cabeza para comprobar si Eurídice le seguía. Y en ese mismo momento vio como su amada se convertía en una columna de humo que él trató inútilmente de apresar entre sus brazos mientras gritaba preso de la desesperación: ¡Eurídice! ¡Eurídice!”

 Orfeo se dejó llevar por la ansiedad y cometió un error que lamentó por el resto de su vida, y se condenó al exilio en lo alto de una montaña. Edith comete el mismo error, tal vez con diferente motivación, y éste le cuesta su propia vida. Chihiro y Lot, por su parte logran pasar la prueba, tal vez con el deseo de seguir viviendo y la esperanza de que el tiempo sane sus heridas.

Tres relatos. Tres historias que jamás ocurrieron. Sin embargo, la inquietud que reflejan es tan real como nosotros mismos.