El figurativismo hipnótico de Johnie Thornton

La obra del groenlandés Johnie Thornton surge de la inoperancia expresiva de su contexto. Su infancia, rodeada de prejuicios, florece en el figurativismo. Torsos, rostros enclaustrados en líneas geométricas, una paleta de colores pálida, incluso triste.  Su contacto con el arte, casi milagroso, a través de la obra de su tío quien veía en el arte una manera de escape de su profesión «real», el derecho, convierten sus obras en una suerte de biografía de la cautividad masculina.

Sobre su obra, Thornton dirá: «Al principio, para mí, todo era estrictamente visual, pero a medida que profundizaba en su obra (la de su tío), me di cuenta de que había mucho más… por ejemplo, la capacidad de expresar sentimientos, emociones y opiniones en el arte, metáforas políticas y religiosas. Yo también buscaba una forma de expresar sentimientos de miedo, autodesprecio, ira y odio. Sentimientos que casi me estaban ahogando. No veía ninguna esperanza en el mundo que me rodeaba hasta que me adentré más en el arte. Crecer como un niño gay en un entorno religioso de derechas definitivamente me dejó sintiéndome muy solo y sin esperanza, así que la única forma sana que tenía de afrontarlo era haciendo arte, y el arte figurativo realmente tocó esa fibra sensible para mí.»

En un mundo cada vez mediado por obras interactivas, dónde el arte se convierten inevitablemente en interlocución inmediata, el arte figurativo es contestatario. Una técnica mayoritariamente dejada atrás resulta provocadora, intensamente comprometida con la visión personal del artista. Su obra es una mezcla inspiradora entre el uso geométrico de De Chirico y el abuso de la languidez danzante del azul en Chagall. «Un catalizador para el pensamiento».